Este mes desde Bizirik Gaude nos hacemos eco de la noticia publicada por Marian Zozaya el 31 de enero de 2015 en Diario de Noticias en la que se denuncia la despoblación de Aizpurgi y como consecuencia un sistema de alumbrado a demanda.
La luz se apaga en las vacías calles de Aspurz
“A causa del ahorro energético y de la despoblación, el pueblo se queda por la noche a oscuras y sus 11 vecinos encienden las farolas a demanda”.
En el mes de enero, a las seis de la tarde se encienden las farolas en Aspurz, un pequeño núcleo de población de la Merindad de Sangüesa, a 6,5 kilómetroa de Navascués, a cuyo municipio pertenece. Siete horas más tarde, sobre la una de la madrugada, se apagan y el pueblo queda a oscuras hasta el amanecer. Es una medida de ahorro energético que se tomó hace cerca de veinte años, cuando eran una veintena de habitantes. Hoy son 11 los días laborables y el fin de semana se suman algunos más. Entre todos dan vida al pueblo. Pasados estos años, unos y otros se han acostumbrado a pulsar los interruptores instalados en las fachadas de las casas, debajo de cada farola, y comprenden ahora que no merece la pena que el pueblo permanezca alumbrado durante toda la noche, cuando nadie lo transita. "Al principio resultó extraño y hubo vecinos que protestaron, sobre todo por miedo a alguna urgencia.
Entonces vivíamos algunos más, unos 18, pero la realidad es que hoy no llegamos ni a la docena y somos conscientes de que fue una medida bien tomada y de que no necesitamos más". Así lo entiende José Antonio Braco, al que todos conocen por Toño, actual presidente del Concejo y también alcalde cuando se tomó la medida a mediados de los años noventa. "Me propuso la idea uno de mis hermanos, que es electricista, y en un día se instaló el sistema. En un año ahorramos lo que nos costó la instalación de los pulsadores y el programador. Haciendo memoria, podríamos hablar de unas 140.000 de las antiguas pesetas", recuerda.
Los jóvenes se van
"Todo el mundo sabe dónde están los pulsadores, no hay problema", afirma el alcalde. "En todos estos años nunca hemos tenido ninguna incidencia por ello. Todos sabemos que si necesitamos la luz, ahí están, les das y las farolas permanecen encendidas durante quince minutos. Yo veo que hay pueblos cercanos prácticamente vacíos donde las luces iluminan al campanario de la iglesia. ¿De qué sirve el alumbrado entonces? Es un gasto inútil", concluye. Toño Braco sabe de lo que habla. De los 11 vecinos de Aspurz, si alguno se mueve por la noche es él.
Ganadero de profesión, asiste en su granja con frecuencia a visitar al ganado y a las pariciones. "Ya me he acostumbrado, casi ni me hace falta linterna", asegura. Sin embargo, para él la triste realidad no es que el pueblo se apague por la noche, es que solo vivan 11 personas y la despoblación que sufre Aspurz, igual que otros núcleos cercanos: Ustés, que "está cerrado, no queda nadie", Navascués, y los pueblos de los cercanos valles de Roncal y Salazar". En este sentido, insiste, "casi estamos más protegidos a oscuras". El inicio del abandono de los pueblos con el canto de sirena de la industrialización urbana allá por la segunda mitad del siglo XX ha ido en aumento. "La gente joven se tiene que ir porque aquí no hay medios. La ganadería y la agricultura mecanizada ya no necesita de tanta mano de obra, y a los mayores se los llevan porque no pueden quedarse solos.
“El desarrollo rural solo es un cuento”
El desarrollo rural sólo es un cuento. Se queda en el discurso político", critica. Siete hombres y cuatro mujeres pueblan Aspurz. Sus edades oscilan entre los 85 años de Petra Jiménez y los 47 de su hijo, Carlos Equiza. De ellos, solo dos están en activo en el sector de la ganadería. Los tres que forman el corro de una tarde de enero rondan los 50: Jesús Urdániz, Eduardo Braco, Lalo, y el mismo Toño. El primero vive en Pamplona, pero mantiene la casa familiar y su empadronamiento en Aspurz. "Vengo varias veces a la semana. Siempre hay algo que hacer en el pueblo. En primavera, cuando comienza la temporada de la huerta, todavía vengo más", confiesa. En la ciudad vive también Eduardo Braco. Es transportista y todos los días se acerca. "El pueblo es sagrado. Yo no concibo un fin de semana sin venir a estar con mi gente en la sociedad".
La sociedad Idokorri está situada en la antigua casa del cura y cuenta con 80 socios. Es centro de reunión y gastronómico, de aprendizaje de euskera, de disfrute con el kantuz y de organización de las salidas del grupo de montaña, Turumbel Mendi Taldea. La sociedad, cerrada entre semana, es la vida que echa en falta Mikel Equiza, que a sus 51 años se ha visto obligado a volver a vivir en el pueblo tras perder su trabajo en Koxka. "Antes era dominguero, ahora vivo aquí.
El pueblo tiene sus ventajas, sobre todo económicas, gastas menos, tienes la huerta, pero el día es muy largo y se siente la soledad. Hay mala cobertura telefónica, me cuesta un rato abrir los WhatsApp y solo se ven tres cadenas de televisión", repasa. Desde Aspurz se mueve a buscar trabajo por la zona y a Pamplona. "No es fácil. Mientras, hago leña, ayudo a los jubilados y voy a por los recados que necesitamos. Hay que moverse y ocupar la mente", asevera convencido. Los alimentos, la carne y el pescado, llegan a Aspurz los sábados por la mañana desde Jaurrieta e Izalzu. El pan, de Salvatierra de Esca.
El médico se desplaza de Navascués. Alimento y calor no falta. La leña de sus montes comunales se reparte todavía entre los vecinos con derecho, y la venta de madera deja algún dinero en el Concejo. "Pero no es suficiente. Hace falta mejorar las condiciones para que la gente se anime a quedarse e incentivos para que acudan nuevos vecinos. La realidad es que no somos votos y por eso no llegan las ayudas de la Administración", lamenta el presidente del Concejo. Toño Braco tenía 14 años cuando comenzó a ayudar a su padre en las tareas del campo. "Después hemos hecho inversiones que no podemos abandonar. La vida de la ciudad es más cómoda, pero dureza y rutina hay en todos los lados.
Yo pienso que este es un modo de vida que se debería intentar mantener, pero parece que los que pueden hacer algo quieren que todo esto se acabe. La despoblación es consecuencia de la falta de interés y de impulso político.
En el Almiradío estamos olvidados". Con la primavera llegarán las elecciones. José Antonio Braco lo tiene claro: volverá a presentarse. "En el Concejo estamos bastante unidos, las diferencias personales prácticamente no existen", afirma. En Aspurz, cuando tienen que resolver las cuestiones decisivas se juntan los que tienen derecho a voto (25 empadronados según los datos del INE de enero 2014), y además, mantienen la puerta de su casa abierta durante al menos nueve meses al año (9 de los 11). Pedro Iragui hace de secretario. "No hace falta ni votar", apunta Toño. En cualquier caso, lo tienen claro: "Mientras vivamos, lucharemos por estos pueblos y los habitaremos".
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